Defensa y salvamento del patrimonio histórico-artístico

La Guerra Civil como “guerra total” supuso un gran peligro para la conservación del valioso patrimonio histórico-artístico nacional. El empleo de armas altamente destructivas y los ataques dirigidos sobre objetivos no militares pusieron en riesgo la integridad de monumentos y piezas artísticas de gran interés histórico y cultural. Además, como es habitual en los conflictos bélicos, la práctica del saqueo y el expolio mermó determinadas colecciones, a lo que se sumó la fiebre iconoclasta extendida especialmente entre algunos colectivos de pensamiento libertario que acabó con algunas manifestaciones artísticas de carácter religioso y llevó a la incautación de propiedades de la aristocracia.

Ante semejante amenaza, el 23 de julio de 1936 se creó, a instancias del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes del gobierno republicano, la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico con el fin de proteger los bienes culturales de su deterioro y desaparición. Organizada en diversas juntas delegadas, esta institución llevó a cabo una titánica labor que logró la salvaguarda de numerosas piezas del tesoro artístico mediante el inventariado y recogida del mismo, incluido el célebre traslado de obras del Museo del Prado a las torres de Serranos en Valencia y al castillo de Figueres, para después ser depositado en la sede de las Naciones Unidas de Ginebra y ser devuelto, finalizada la guerra, al bando vencedor. 

Carteles como el que ilustra esta galería pudieron verse en las grandes ciudades del territorio republicano para concienciar a la población de la necesidad de respetar el patrimonio y apelar a su colaboración, subrayando en varios casos el valor artístico las obras de asunto religioso. Este afiche, específicamente, fue manufacturado por miembros del sindicato de estudiantes de Bellas Artes de la Federación Universitaria Escolar (FUE) y colocado en Madrid. Además, la Junta Central del Tesoro Artístico publicó una serie de pequeños folletos dando a conocer la labor de salvamento mientras que el Patronato nacional de Turismo editó otros evidenciando la amenaza que las ofensivas rebeldes suponían para el arte. Desde las filas contrarias, el argumento de la destrucción del patrimonio se empleó para presentar al enemigo como un ser incivilizado a partir de la reproducción de fotografías e ilustraciones, muchas de ellas hechas por los mismos republicanos, que mostraban la profanación de lugares y objetos sagrados.

La tarea de salvamento del tesoro fue, en cualquier caso, un éxito colectivo en el que se vieron implicados organismos de carácter gubernamental, pero también agrupaciones independientes de índole política e individuos que, conscientes de la valía del patrimonio, se empeñaron en su salvaguarda.

IEG