Busto de madera de Manuel Portela Valladares
Creator: Bonome, Santiago
Source:
Arquivo da Real Academia Galega
ES.GA.15030.ARAG/5.2.6.//FL.Caixa 2-63
Extent: 1 item
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La victoria del Frente Popular disparó los rumores de golpe militar. Para las derechas, el resultado electoral certificó el fracaso de la vía posibilista de la CEDA. Como Gil Robles había advertido a Alcalá-Zamora en diciembre de 1935, “con el fracaso de mi política sólo podrán intentarse las soluciones violentas”. En algunos lugares, como la provincia de Ourense, falangistas y militares favorables a la sublevación se reunieron a la espera de la orden para atacar. Mientras, se sucedían las manifestaciones que pedían la amnistía inmediata para los presos de Octubre de 1934. Apoyándose en el supuesto peligro de estas movilizaciones para el orden público, las derechas comenzaron a presionar al Gobierno para que declarase el estado de guerra y cediese el control al Ejército desde la misma noche electoral.
Gil Robles fue el primero. De madrugada visitó al presidente del Consejo de ministros, Manuel Portela Valladares, cuyo busto se muestra aquí, en la sede de Gobernación para exigirle el estado de guerra. Mientras, Franco presionaba al jefe de la Guardia Civil, el general Sebastián Pozas, y al ministro de la Guerra, el general Nicolás Molero Lobo, con idéntica intención. Todos se negaron. Frustrada la vía gubernamental, Franco movilizó a los militares afines mientras sondeaba la disposición de las diferentes guarniciones del país.
La mañana del 17 de febrero, el Consejo de Ministros acordó aprobar el estado de alarma durante ocho días, dejando el control a las fuerzas de seguridad y no a los militares. El presidente de la República, Alcalá-Zamora, firmó un decreto de estado de guerra que Portela sólo utilizaría si lo consideraba inevitable y seguro.
Las visitas de los líderes de las derechas continuaron a lo largo del día: Antonio Goicoechea, José Antonio Primo de Rivera, José Martínez de Velasco... Todos buscaban que el presidente dejase la situación en mano de los militares, pero Portela resistió las presiones. Incluso Franco acudió a su encuentro para proponerle que se mantuviese al frente del Gobierno, a pesar del resultado electoral, con el apoyo del Ejército. Cuando se produjo esa visita, Portela ya había descubierto que Franco había declarado el estado de guerra por su cuenta en las provincias de Zaragoza, Valencia, Oviedo y Alicante, decisión que revertió de inmediato.
La insistencia del general y sus acciones reafirmaron en Portela la convicción de que dimitir era su única salida para evitar un golpe militar y garantizar el traspaso de poderes. La tarde del 17 de febrero anunció a Alcalá-Zamora su decisión y pactó con Martínez Barrio los detalles para dejar paso a un Gobierno presidido por Azaña. Calvo Sotelo todavía protagonizó una última visita nocturna para pedirle que dejara el poder en manos de los militares, pero el Ejecutivo en pleno dimitió el 18 por la mañana.
El inicio prematuro del Gobierno de Azaña dañó su legitimidad de origen y Portela fue muy criticado por izquierdas y derechas. Sin embargo, su salida abortó las tentativas de golpe por el momento.
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