Insignia de la Guardia de Asalto
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Date Created: 1930, 1939
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Una clave de la incapacidad para triunfar del golpe y a su vez, de su no fracaso, fue la respuesta dividida de las fuerzas militares y de orden público. El Ejército se fracturó en dos. De los dieciocho generales de división que formaban la cúpula militar española, sólo se sublevaron cuatro: Franco, Goded, Queipo de Llano y Cabanellas. De los treinta y dos generales de brigada, lo hicieron dieciocho. En cambio, la rebelión en los oficiales del Estado Mayor fue mayoritaria: el 80% se sumó a la rebelión. Entre los sesenta mil efectivos de las fuerzas de orden público la división fue igualitaria. La mitad se sublevó y la mitad se mantuvo leal a su juramento, aunque el reparto difirió un poco por cuerpos. Algo más del 50% de la Guardia Civil y la Guardia de Asalto apoyaron el levantamiento, mientras sólo el 30% del Cuerpo de Carabineros se rebeló. De este modo, el primer escenario de guerra civil se vivió en los cuarteles.
Esta división y su reparto por territorios fue decisiva en el resultado de los primeros enfrentamientos. El triunfo republicano en la primera batalla de Madrid se cimentó en la aportación combinada de Aviación, artillería, Guardia Civil y de Asalto, y batallones de voluntarios. Los elementos de Aviación y artillería aportaron eficiencia y utilidad militar, pero también un efecto psicológico de desánimo fundamental en un asedio. El empleo de la artillería, además, había resultado una sorpresa para los insurgentes, pues desconocían que los republicanos habían recuperado el control del Primer Regimiento Ligero. También resultó clave el papel de la Guardia Civil y de Asalto como fuerzas de choque principales. Contar con la lealtad del cuerpo de guardias civiles al completo supuso un tanto de gran valor simbólico para la República.
Algo similar sucedió en el resto del territorio, donde la decisión de sumarse o no al golpe por parte de las fuerzas de seguridad determinó la balanza hacia el triunfo de republicanos o rebeldes. En todo el territorio, autoridades y comités sindicales intentaron organizarse para la resistencia, pero carecían del armamento para poder combatir con posibilidades de éxito a las fuerzas sublevadas, por lo que dependían de contar o no con el apoyo de unidades armadas y con experiencia de choque.
Así, la República logró aplastar la rebelión en aquellos territorios donde pudo contar con la acción robusta de una parte del Ejército y las fuerzas de seguridad, que permanecieron leales al poder legítimo, y que a su vez contaron con el apoyo de milicias de las organizaciones obreras, armadas con urgencia. Así sucedió en Madrid, en la región militar de Cataluña, en Valencia o en buena parte de la Andalucía rural. Sin embargo, donde militares y guardias se sumaron en bloque al golpe, la resistencia republicana fue aplastada.
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