Retrato de Diego Martínez Barrio
Creator: Sierra Iglesias, Agustín (1900-1988)
Source:
Alamy EX70C8
Date Created: 1936
Extent: 1 item
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Recién estallada la sublevación, el Gobierno republicano se centró en dos objetivos: controlar y vencer a los golpistas, y mantener el apoyo de quienes no eran partidarios de la rebelión, aunque no se identificasen con el gabinete de Casares Quiroga. Así, mientras bombardeaban las plazas sublevadas en Marruecos o reorganizaban la flota para cortar el paso del estrecho, Casares y Azaña prepararon el terreno para un nuevo Gobierno que transmitiese orden y autoridad y aglutinase tras de sí a todos los que no se habían sublevado.
Las visitas de líderes republicanos fueron un goteo constante a lo largo del día 18. Algunos de ellos, como Largo Caballero o Martínez Barrio incluso asistieron al Consejo de ministros de aquella tarde, la última reunión del Gobierno Casares. Mientras el nuevo ejecutivo se ponía en marcha, Casares se mantuvo al frente de la situación desde el Ministerio de la Guerra.
El objetivo de Azaña con el cambio de Gobierno era mantener a salvo la República tanto de militares golpistas como de la revolución. Sólo importaba salvar la ley, salvar la República. Desde esa convicción, Azaña encargó a Diego Martínez Barrio la formación de un gobierno de concentración nacional, integrado por todos los partidos que acataban la Constitución, desde los republicanos más conservadores hasta los socialistas.
Martínez Barrio parecía el candidato ideal. De perfil moderado, podía relacionarse con los sectores más a la derecha. Además, era republicano de larga trayectoria, uno de los impulsores del Frente Popular y había abandonado el Partido Radical por su progresiva derechización y dependencia de la CEDA. Hasta su posición simbólica como presidente de las Cortes reforzaba su candidatura para un gobierno que abarcase el arco parlamentario.
Tras una larga conversación con Azaña, el nuevo presidente se reunió, entre otros, con Indalecio Prieto y Marcelino Domingo para hablar de la composición de su gabinete. Cerrado el flanco conservador, los socialistas eran la incógnita. Pero como en mayo de 1936, Prieto se negó a participar en el gobierno por falta de permiso de la Ejecutiva de su partido.
La negativa frustraba la idea de un gabinete amplio y dificultaba su éxito. Un gobierno estrictamente republicano con presencia conservadora y que mantuviese el no al reparto de armas podía desatar fuertes protestas entre el sector obrero lo que comprometía su viabilidad antes de su nacimiento. Pese a ello, Azaña mantuvo el nombramiento de Martínez Barrio.
El nuevo presidente inició una ronda de llamadas telefónicas a gobernadores militares y civiles para averiguar la extensión y profundidad del movimiento. En una de esas llamadas, el general Mola le comunicó que el levantamiento era un hecho y ese acercamiento llegaba demasiado tarde.
Con una visión más nítida de la situación y ya en plena noche, Martínez Barrio escribió la lista de su Gobierno y la compartió con la prensa. A las 7 había convocado a sus ministros. Pero, de madrugada, las primeras reacciones iracundas y contrarias al Gobierno llegaron a la calle. Ante esto, convencido de que su Gobierno carecería de autoridad, Martínez Barrio dimitió.
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